Quédate, ¡oh luna!, plácida
entre las sombras de la noche oscura.
Alumbra con tu luz
resplandeciente
mi deseo de volar hasta tu altura.
Despierta a ese
niño de inocencia pura
ángel de amor dueño de mi locura.
Contémplalo feliz luna querida
que yo tranquila cruzaré la vida.
Dile que le amé sin ser mentira
que mi adoración por
él no fue falacia
que brotó sin miedo y con ternura
Y como el perfume de las rosas
Será por siempre suya.
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Isabel.